viernes, 14 de diciembre de 2007

"La Fuerza de la Oración"


Cuarta parte


Oh ved, cuando un alma así abandona su cuerpo físico, el aura se queda con el alma, y así también tus pensamientos de oración. En los ámbitos astrales las oraciones pueden dar frutos.

Oh hombre, hijo Mío, todo lo que hagas con amor, te será recompensado por multiplicado. Las palabras simples del Nazareno tienen una validez omniabarcante, pues lo que siembres, cosecharás, tanto en el sentido positivo como en el negativo. Oh ved, los elementos del espíritu son activados eternamente por el Espíritu primario, pero vosotros aún podéis activarlos más con vuestra oración, con lo que fluyen corrientes que son espirituales y de mayor eficacia.

Siendo Jesús de Nazaret di muchas parábolas a los hombres de aquellos tiempos; como Cristo hablo en la actualidad a través de un ser humano en esta Tierra, y os traigo las parábolas propias de este tiempo. Oh ved, cuando es anunciado un huracán, la rueda del viento todavía no se mueve. Si tan sólo dices: quiero rezar, los elementos en tu alma no se moverán para hacer fluir las corrientes sanadoras a tu alma y a tu cuerpo humano. Si rezas con indolencia, el efecto será escaso; si sólo rezas con la mente, tus elementos no se moverán más rápidamente; piensa en la rueda del viento.

Otra comparación para mejor comprensión: La rueda de un molino de agua es empujada por ésta. Oh hombre, hijo Mío, si construyes un embalse, la rueda se detendrá. Lo mismo ocurre con tu alma; si sólo te orientas hacia el mundo, despolarizas las partículas anímicas de la vida, y los elementos sólo estarán en rotación para ir conservando lo mejor posible el alma y tu cuerpo humano. Derriba el embalse y penetra con amor en tu alma, empieza a unirte con tu Padre eterno en la oración, para que Cristo pueda servirte. El amor del Padre se ha inclinado y se inclina en todos los tiempos hacia los hijos que están desfalleciendo en esta Tierra y no encuentran el camino a la casa del Padre, porque no se encuentran a sí mismos. Reconócete a ti mismo, luego penetra en la consciencia del eterno «Yo Soy», pues sólo entonces serás libre y dichoso en tu corazón.
Continúa...

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