viernes, 14 de diciembre de 2007

"La Fuerza de la Oración"

Segunda parte

¿Cómo y dónde debes rezar, hijo Mío? Mientras no haya tranquilidad en tu corazón, intenta hallar silencio, busca un lugar tranquilo y sagrado, allí ordena tus pensamientos, oriéntalos hacia Dios y luego reza. Cuando tu alma vibre en la consciencia del Espíritu, tendrás la unión con tu Padre.

Oh ved, la oración debe llegar al alma, de otro modo será una oración que no pasa de los labios. ¿Adónde irá entonces vuestra oración de labios, que es una oración intelectual? Se quedará en las corrientes del cerebro. Cuando llegue el día en el que el cuerpo humano vaya a parar a la tierra; oh hombre, hijo Mío, ¿dónde estará entonces tu oración? En la tierra, ya que no había alcanzado al alma, por eso era sorda y pesada, porque no habías rezado en silencio y con el corazón.

Oh hombre, hijo Mío, cuando sientas estos pensamientos de oración que vibran y seas uno con tu Dios, también será uno con Él en el ruidoso mundo exterior. Tu oración ya no será un hablar de este mundo, sino que pensamientos que vienen del corazón te abrirán todo el Cielo, porque sabrás que Dios no presta atención a tus palabras, sino que capta el sentido de tu oración, la vibración elevada de tu alma. Si estás en el ruidoso mundo exterior y elevas la vista hacia tu Padre y ves Su obrar en todo lo que vive, estarás unido a Él en lo más interno, por lo que sentirás la unión entre Padre e hijo; entonces serás un hijo bendecido, que es cuidado por Dios y por los seres de la luz, pues tú vives en él, el Uno universal, y Él vive en ti. ¡Así, además, puede hacerse perceptible en ti el Cristo, la luz del mundo!

La humanidad se ha olvidado de cómo rezar, y por eso este mundo es así; los hijos de Dios están tristes, llenos de ansias de poder terrenal. Oh, si pudiese hablar a cada corazón, oh, si pudiese decirle a cada uno, escucha, debes emitir amor, para recibir amor, debes poner orden en tus pensamientos y en tu corazón, para que puedas percibir en ti al gran Espíritu del orden.

El hombre se ha vuelto tibio, aspira a las cosas de este mundo. Ya no le importa Dios. A Dios no se le puede percibir, dice el ruidoso hombre de mundo. No, hombre, hijo Mío, no percibirás al Espíritu del silencio si tu alma y tu corazón son ruidosos, sino sólo en un corazón silencioso y tranquilo, que es uno con Él. Le encontrarás cuando te hayas desprendido de las cosas humanas, es decir, cuando ya no prestes atención al dinero y a los bienes y ya sólo sigas con perseverancia al único Espíritu en ti. Un hijo de Dios tiene los pies sobre la materia, sabe que todo se lo ha regalado Dios y que está encarnado en un cuerpo para regenerar al alma y elevarla al Uno universal, que es la omnipresencia en todo lo que existe. Oh hombre, hijo Mío, ¿cuándo vas a comprender al Cristo de Dios que vive en ti, cuándo vas a confiar en Él y olvidar tus cosas humanas, para que llegues a ser uno conmigo, el Espíritu que vive en ti?
Continúa...

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